El
problema con el dios Dinero es que genera ilusiones, también esperanzas,
vanidades, sueños que se cumplen o fracasan por una razón u otra, ad infinitum. Esto nos dicen los
economistas el 20 de enero de 2015 en la página web de BBC Mundo: "La
economía se ha vuelto vacilante, inconsistente, no parece tener un rumbo claro.
Por el momento no nos queda otra opción que entenderla como tal y convivir con
ella, concluye el documental de la BBC. Y no podemos repetir la remanida frase
de que el resto es historia, porque la historia de la crisis global se sigue
escribiendo. Ni siquiera los economistas más lúcidos vislumbran un fin y esto
es algo que "los mantiene despiertos de noche", según reconoce el
propio Foro Económico Mundial (Davos)." Al respecto he opinado durante
años y sigo pensando que el dinero ha sido una maldición más que una bendición
aunque aclaro que este problema es de muy vieja data. Yo, como todos los
humanos en este planeta, he vivido del dinero de mis ancestros, mis padres, mis
socios, mis descendientes, mis esposas, mi propio peculio y trabajo, mis
vecinos y desconocidos, etc. No escapo a la ley de la oferta y la demanda y a
las teorías y prácticas puestas en marcha por economistas y políticos o por
mafias, narcotraficantes, militares y perros de la guerra que viven del
infortunio ajeno. Sin embargo, siento que llegará el día cuando esta manera de
ver la energía cósmica (de donde procede el dinero y todo lo demás) será visto,
tratado, apreciado y reproducido de otra forma, una más acorde con la
constitución, esencia sutil, expedita, directa y democrática de la riqueza y el
cuerno de la abundancia de lo que ahora llamamos, con más o menos torpeza,
"dinero" y acceso a los bienes de la materia, lo concreto y visible, que
por lo que constato es infinito, ilimitado, fantástico y fabuloso en su origen
y está ligado de una forma u otra con los vientos, los volcanes, el humus, las
rayas de los tigres y el vaivén de las olas marinas. O sea, pensar maliciosamente,
con mucha o poca ignorancia acerca de las cosas, que hay un techo para la
riqueza y variedad de las materias primas, renovables y no renovables,
existentes o por descubrirse, locales y foráneas, visible e invisibles, es pura
miopía o misantropía. La Naturaleza es esencialmente prodigiosa y opípara, se
renueva de mil y una formas y maneras, evoluciona, como dice la cuña
televisiva, se recicla y regenera incesantemente, así ha sido durante milenios,
distintas edades geológicas e históricas, mientras que el humano vive poco en
comparación, debe adaptarse obligatoriamente a sus variaciones y sorpresas so
pena de desaparecer de la circulación y no tiene ni granito ni basalto ni magma
debajo de la piel o en sus venas y arterias. Ergo, el humano es un ser
sumamente endeble, frágil, no muy consistente que digamos, vacila mucho y ni
tiene olfato de perro o la rapidez de gatopardo. El problema son sus egos, su
soberbia, arrogancia y echonería, nos falta demasiado conocimiento, filosofía,
sabiduría y comprensión para entenderlo y aceptarlo y adecuar con suficiente
inteligencia y humildad nuestro sistema particular de vida y encarar con
acierto, eficacia y eficiencia lo que nos ocurre a cada momento para no ir en
contra de lo divino y formidable de la circundante Madre Naturaleza tan
extraordinaria y viva desde todo punto de vista como sabia y práctica y de paso
aprender de ella como niños y niñas grandulones que aún somos.
Sé
que llegará el día, en la próxima ronda de civilización global, bastante más
adelantada, rica y prometedora que la civilización que nos ha tocado vivir, así
como aquéllas que nos precedieron, que el humano podrá acceder a las maravillas
y riquezas de la Madre Naturaleza de un modo distinto, rápido, directo,
superior, sin que tenga que experimentar tanto dolor, sufrimiento y miserias
(que él mismo ha causado a menudo sin premeditarlo). El hecho u obsesión de
querer vivir mejor y ganar más dinero por consiguiente hace que se manifiesten
avaricias, codicias, egoísmos, robos y hurtos, violencias y arrebatos o
gazmoñerías de todo tipo, engaños y embustes, ambiciones sin control, etc. Son
más las desilusiones que la esperanzas ciertas y claras y durante millones de
años los humanos en Gea no han podido resolver sus necesidades correctamente.
Eso ha significado tristemente que hayamos tenido que involucionar tantas veces
y empezar de nuevo. ¿Podremos evitarlo muy pronto? Ojalá, no estoy tan seguro,
dependerá de una pila de factores, incluso de algunos más allá del planeta, del
sistema solar.
Los
economistas, unos más lúcidos que otros, han ideado o imaginado todo tipo de
teorías y esquemas para saciar la sed y el hambre de los pueblos, apaciguar
miedos y carestías, porque éstos no han podido todavía vivir adecuada,
armónica, pacíficamente alejados de los ruidos y destrozos escalofriantes y
sangrientos provocadas por las guerras, los conflictos armados y pasionales, las
rencillas, las injusticias y desigualdades, las calamidades naturales que a
veces provocan los mismos humanos (como el actual calentamiento global y la
polución ambiental). Y, en consecuencia, el tema del dinero, la riqueza y la
abundancia, ha variado una y otra vez y no ha sido constante ni fija nuestra perspectiva
y manera de analizar y encarar la paz y la guerra, la saciedad y la
satisfacción, el bien y el mal pues nuestro universo es Uno e interdependiente
e interactivo. Nuestro modo de ver y adaptarnos a los vaivenes naturales y
sociales no ha sido el mejor y seguimos pensando que para vivir mejor es
necesario agredernos y atacarnos, un sine
qua non, y esto es realmente tonto, una necedad, un tremendo infantilismo
que nos sigue atados a un animalismo y salvajismo irracional que debimos
superar hace mucho tiempo cuando nos fuimos de África en calidad de
australopitecos aventureros. Hasta que los seres humanos no aprendan a
respetarse mutuamente y quieran cohabitar en paz en este mundo que Dios les cedió
o prestó, no se establezcan territorialmente en armonía con su medio ambiente o
ecosistema y existan de acuerdo con normas y cánones platónicos, aristotélicos,
musicales, elevados, seguirán dependiendo y de muchos modos para todo del dios
Dinero, un dios materialista tiránico, dictatorial, despótico, limitado por su
visión entrópica, mezquina y miserable de las cosas de este mundo y de otros, o
como lo llamo yo, de Saturno Mala Leche, a quien le chifla comerse a sus hijos
e hijas para luego vomitarlos.
El
día que los terrícolas despierten de veras harán magia para que los prodigios,
portentos y lujos de la Creación estén a su alcance y llegue a todos y todas y
no solamente a un grupito de superricos y superricas que viven a cuesta de los
demás -en el comunismo y en el capitalismo-, posiblemente tan egoístas y
malintencionados como ellos y ellas mismas a quienes explotan porque se
valieron astuta, inmoral, pervertida y abyectamente, para engrosar su peculio
personal y sus arcas que tratan de ocultar lo más posible. Esta situación ha
sido la misma durante añales y parece una pesadilla de nunca acabar. Una y otra
vez a lo largo y ancho de la Historia se repite una misma situación: los pobres,
débiles y desamparados copian lo que hacen las falsas élites, los criminal e
irreflexiblemente beneficiados en un período u otro, empecinados en esclavizar
a los menos favorecidos. Esto es lamentable pero sucede porque a menudo quienes
pudieran hacer avanzar y dar conocimiento a los pueblos son perseguidos y
ajusticiados. La Historia está plagada de estos Abeles y Mahâtmas o
Libertadores a quienes se les impidió dar sus luces y quebraron demasiado
pronto. ¿Cuánto tiempo más seguirá este círculo vicioso y fatal? Hay demasiados
asesinos del espíritu multiplicándose como conejos y basta ver la prensa y los
canales de televisión para escandalizarse y alarmarse. Pero ¡ojo! esta
pesadilla es muy antigua.
Como
ha sido y será siempre eso de querer materializar a toda costa y por encima de
lo demás el fruto del trabajo, la rendición y las expectativas del mismo,
termina oscureciendo el panorama mundial y satanizándolo. No se puede hacer de
la Materia el fundamento de la economía, la geopolítica, la ciencia y el arte,
la religión, la ética, la justicia y la
sanidad. No es posible que se crea y piense que la salud, el impulso, la
creatividad, el ingenio, el fundamento de lo que hacemos tenga que tener su
base y lógica en la Materia porque eso es contranatura, va en contra de las
leyes universales, del mismo sistema como opera o funciona el Universo del que
nosotros y nosotras somos apenas una porción más. La Materia es solamente un
reflejo, una consecuencia, un resultado del Logos. Cuando entendamos que el
Espíritu, el Ser, la Idea, santa en esencia, por antonomasia y excelencia, rige,
administra, impulsa y activa todo, incluso nuestro aliento, ser y vida,
hallaremos las respuestas que tanto nos eluden y atormentan. Si no nos
conectamos con el Espíritu Santo que lo mueve y ama todo, si no vamos al grano
y vemos a través de las apariencias, no dejaremos nuestra situación tan
incierta e insegura, como bien están constatando nuestros economistas y
académicos, nuestros gobernantes y líderes sociales. Hay que alterar y
reajustar nuestra filosofía de la vida que aún se focaliza y revolotea
alrededor de la Muerte y lo precario. Mientras no veamos más allá del horizonte
no vamos a salir del hueco negro supermasivo que nos debilita y nos reduce a un
círculo vicioso de alzas y bajas impredecibles y fatales que rebotan y
desencadenan horrores y eso, como ya señalé, significa cambiar muchos aspectos
de nuestra filosofía, psicología, psiquiatría y psicoanálisis, tan poco
religiosa o atea en esencia. Y eso por supuesto significa que debemos dejar de
matarnos, así de simple, porque no respetamos la vida.
Nunca
se podrá hacer justicia matando, degollando, decapitando, fusilando, esgrimiendo
insensateces, estupideces, arengas llenas de odio visceral en nombre de una
Idea o un Ideal envenenado, torcido, impuro e iconoclasta. Pero los islamistas
fanáticos así como los budistas, católicos y judíos furiosos no cambiarán su
manera de ser y actuar a menos que se vuelvan hacia la Divinidad, a menos que
entierren sus hachas de guerra y cesen de fabricar armas de guerras y dilapidar
dineros que hubieran podido servir para levantar escuelas, universidades, granjas,
carreteras, hospitales, clínicas, manicomios, spas, centros de cultura, arboledas,
bosques, jardinerías y canchas deportivas. Si me preguntan cómo llegar a un
mundo mejor, responderé que si las grandes y pequeñas potencias del mundo no
comienzan triturando y estallando sus arsenales de armamentos y fábricas de
muerte, todo lo que huele a crimen, masacre, carnicería y desolación es
imposible que haya una sola semana o mes de paz continua en el planeta. ¡Una
ilusión, una mentira, más de lo mismo, pensar que dejaremos de matarnos unos a
otros por ideas, cultos y programas que nos devolverán el uso de la razón!
Mientras se inviertan millones de dólares, yuanes, euros, en máquinas de la muerte
será menos probable que la economía sea rentable, una cuchara para alimentar a
millones de almas y devolverle la esperanza a padres y madres sollozando y
sufriendo inclemencias climáticas, ansiando liberarse de infecciones, pestes y
pandemias, et cétera.
Entendámoslo
de una vez para siempre: todos los países del mundo, con algunas excepciones, viven
para alimentar y engordar la barriga de la odiosa diosa Muerte y Desolación y
creer con sorna e hipocresía que la economía se masajea y lubrica para
beneficiar a la Humanidad; pero así como están las cosas ahora y lo fueron ayer
y anteayer eso es caerse a mentiras, engaños y ridiculeces. Cuando los EE. UU.,
China, Francia, Israel, Japón, Rusia, la OPEP, el FMI, el BM, la ONU, el Estado
Islámico o ISIS, etc, decidan hacer un alto solidario en su carrera suicida y
homicida, ponerle fin a su autismo, ceguera y sordera, y lancen las armas y las
municiones al fuego y al barranco de una vez por todas comenzaremos a salir del
matadero global y usaremos nuestros ahorros en cosas y actividades menos
demenciales o lunáticas. Tenemos que quitarnos con un martillo de sabiduría los
clavos, las espinas y cuanta arma de tortura tengamos enloqueciéndonos,
hiriéndonos, amputándonos y matándonos en nombre de unas ideas completamente
trasnochadas, absurdas y putrefactas en esencia. Todas las guerras han
destruido, ninguna construye, renueva y salva. Pensarlo que no es así ha sido
parte de nuestra inmoralidad o desequilibrio hormonal, orgánico, mental,
psíquico. La guerra mata a la religión, sea cual sea. Y el dinero, sobre todo
el mal habido, es nuestra fuente de perdición y tarde o temprano lo pagamos
bien caro, como lo comprueban la Mafia, las organizaciones político-sociales
que viven de enojos, odios y venganzas y desaparecen sin dejar huellas. Una y
otra son parte de nuestro malestar como raza cósmica y por eso debemos
purificarnos e inmunizarnos porque acá al planeta han llegado muchos seres
malévolos del espacio exterior que se empecinan en corrompernos, esclavizarnos
o controlarnos a como dé lugar. Ellos están detrás de todos los movimientos
alienantes y terroríficos. No caigamos en sus trampas. ¡Astar Sherán, socorro!
¡Afrodita, rescátanos!
En
mi obra, El Orgasmo de Dios, escribí
el 3 de marzo de 1963 que: "La civilización se engendró malsanamente con
el dinero. ¡Al pelotón con Midas!" La falsa civilización la inventó este
loco de atar que llegó a ser rey. Idiotas que hemos sido al seguir su prédica, su
concupiscencia, sus fechorías y ardides. En la Era de Acuario-Leo nos irá
mejor. La desazón y la incertidumbre actuales nos están indicando que a la casa
de bolsa de nuestros valores en decadencia se acerca una tormenta perfecta, un
rumbo nuevo se le está augurando a nuestra civilización moderna, postmoderna,
antropocena en decadencia, como se le quiera designar. Una nueva arquitectura
de la vida va a emerger sin duda alguna de las cenizas. A su manera, Nietzsche
y Teilhard de Chardin o Beethoven lo imaginaron y vaticinaron hace décadas o
siglos. También lo hicieron Henry Miller y Maria Montessori. Muchos místicos y
metafísicos a lo largo de los años. Incluso economistas arrepentidos
convertidos en alquimistas, inventores, jardineros y agricultores del Nuevo
Reino de los Cielos, como Nikola Tesla, entendieron que debíamos adquirir una
brújula nueva. Ojalá tengamos suficientes humanos con más de dos dedos de
frente para erigir una tabla real de salvación que nos proyecte y emocione, cure
nuestros miasmas, complejos y virus del carrizo. ¿Resucitaremos pues estamos
casi muertos de miedo o nos dejaremos pasar por encima como troncos de madera
talados? OM.
Caracas,
20-21 de enero de 2015