En estos momentos se está
celebrando en muchas partes del mundo el aniversario del golpe militar al
gobierno de Salvador Allende y de la muerte y sacrificio de éste. Para comenzar
es muy penoso lo que aconteció el 11 de septiembre de 1973 en Santiago de
Chile. Nadie debiera estar contento cuando hay derramamientos de sangre,
masacres y matanzas, persecuciones y asilos, la sociedad se ve inducida a punta
de balas a arrodillarse o echarse al suelo y entrar a una fase de caos y
desconcierto total donde casi todos y todas quieren atacar y matar a quien no
piensa como uno o una o al contrario, prefieren sucumbir que ver perjudicados a
sus seres queridos. En cualquier caso la violencia nunca deja de engendrar más
violencia y las heridas tardan mucho en cerrarse, sanarse y desaparecer. Ayer
como hoy poco ha variado en sustancia: nuestro mundo sigue sometido a un vaivén
de fortunas entre la derecha y la izquierda y cuando éstas se vuelven
extremistas, como pasó en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Nicaragua, Cuba,
EE UU, Afganistán, China, Vietnam, Laos, Cambodia, Irak, Irán, Somalia, nada
bueno trae a colación. Es mejor ser del centro aunque esto sea lo más difícil
del mundo ya que es un ejercicio de equilibrio y moderación y porque la
Humanidad todavía no entiende bien lo que es no pertenecer y no dejarse llevar
a rastras por polos opuestos, en principio irreconciliables, extremos, al
margen, que terminan siendo tan fanáticos, dogmáticos, intransigentes e
inconmovibles que ineludiblemente conducen a una fricción, trifulca y batalla
sin ganadores sino con puras víctimas y desolaciones. Por eso mismo la política
es tan sucia o inescrupulosa y descarada que en casos excepcionales conduce a
la felicidad y la paz general. ¿Es que acaso nuestros jefes, líderes y mandones
no saben que los polos opuestos se pueden atraer entre sí y generar
electricidad, magnetismo, corriente alterna, levitación, empuje Warp o superluminiscencia?
¿No saben que el polo positivo y el polo negativo los creó el Ser Supremo por
una razón harto razonable, un propósito noble y único: combinarse, equilibrarse
y asistirse para un fin común, más allá de sus respectivas y contrarias
naturalezas?
De no mucho sirvió a la larga que
EE UU hiciera su Revolución, Venezuela su Revolución, Francia su Revolución, México
su Revolución, Rusia su Revolución, China su revolución, India su Revolución, Cuba
su Revolución, Irán su Revolución, etc, porque tantas balas y fusiles, tantas
muertes y amputaciones, tantos gritos y espantos, tantos desgarramientos y desconsuelos,
no lograron traer la dicha que se pretendía, la paz que se deseaba, la justicia
que se anhelaba, la igualdad que se suplicaba, la prosperidad que se pedía, con
infinitos desaires a la postre, sin poder impedirse que lo malo no volviera a reaparecer
al poco rato y los hombres regresaran para robar y desgobernar a nuevas
generaciones de jóvenes incautos. Nada de lo rogado y aguardado llega a materializarse,
si los hombres y las mujeres no se purifican por dentro primero y se enmiendan
de verdad con atrevimiento y valentía. Al cabo de poco los conflictos continúan
y quizás con más virulencia que antes, los odios y las ambiciones sin control
se suceden con nuevos escenarios, las masas quedan más o menos igual que antes
o mucho peor, con la memoria dañada o manipulada por nuevos aprendices y
maestros del Mal. Las nuevas generaciones apenas pasan el nuevo control
policial y administrativo de los vencedores que vuelven a la carga, reinciden
en sus despropósitos, engañan y deshacen, perturban y disgustan. Los jóvenes, vencidos de nuevo, a
duras penas vuelven a combatir y vuelven a ser carne de cañón embaucados por
falsos líderes y profetas enviciados por su megalomanía y alucinaciones. Parece
un una pesadilla, una tortura, que no termina nunca y así ha sido durante sopotocientos
miles de años aunque Ud. no lo crea. ¿Cómo volteamos la masa? ¿Cómo le quitamos
lo amargo, agrio y ácido a unas naranjas podridas? ¿Cómo volvernos ortos,
albas, amaneceres ou ocasos, crepúsculos y atardeceres inefables?
No es posible llegar a una
verdadera transición y transformación si los hombres y las mujeres no se
aprestan a arrancar de sus corazones una retahila de pasiones negativas y
entumecidas que los lleven a ser cada vez que suena la diana intolerantes,
injustos, desgraciados y vengativos y se empecinen en vengar la suerte de sus hermanos,
padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos. En estos últimos cien años
solamente Gandhi, Nehru, Mandela, Tutu y otros pocos políticos y líderes
sociales o religiosos revirtieron el proceso, pero ni los Che Guevara, Castro,
Chávez Frías, Mao Ze Dong, por nombrar a unos pocos mandatarios o líderes
pudieron desmarcarse del círculo vicioso de los egos o yoes del despotismo y la
autocracia debido a esa siniestra costumbre de erigirse en plan de verdugo o de
mesías fanático, intolerante y grosero, y permanecer siendo cual chicle el
centro de gravedad y atracción, aunque aparente ser un héroe providencial, que
las masas adoran y siguen a ciegas hipnotizadas por sus caramelos y golosinas
envenenadas. Nada ha variado a lo largo de las épocas y las edades. Hoy hay más
de 30 tiranos dirigiendo la orquesta y desangrando un país u otro, una región u
otra, disfrazados de mil y una maneras. El problema sirio o sudanés o
colombiano o afgano o paquistaní o nicaraguense o congolés o bielorruso se
parecen, parecen morochos. Todos los involucrados quieren una tajada a como dé
lugar y mientras más grande, mejor la zalamería y la zancadilla. ¡Qué importan
los demás! El Averno sigue siendo muy poderoso en nuestro mundo. Por ejemplo,
tomemos el caso de Zimbabue. Una pesadilla de nunca acabar porque un tipo
mediocre no deja tranquila a una población que debiera educar, instruir e
iluminar.
Ese es el problema con estos
pseudo-Salvadores de Mundo, estos falsos profetas tan poco conscientes e
iluminados. No quieren seres libres a su derredor sino un rebaño de borregos
que se aprendan al caletre unas cuantas oraciones y no miren por temor hacia
adelante, hacia atrás o a los lados. Estimular la creatividad e incluso la
disidencia o la inconfomidad no gusta a los tiranos, autócratas, déspotas y dictadores.
Sean como Pinochet o como Stalin, como Gilles de Rais o como Iván el Terrible,
a los líderes que llegan al poder por las armas o mediante ardides y triquiñuelas
no les apetece para nada promover la creación, la invención, la novedad, el
ingenio, el contraste, a menos que sea para controlar más y mejor a los pueblos
y sus individualidades. Esa es la razón para que al poco rato sus ideas y
prácticas despierten tanta oposición y desconfianza y se instaure
progresivamente una desazón tan grande que la situación se torna cada vez más
caótica e insegura. Lo cierto es que las revoluciones hechas sobre la base de
la intransigencia y la venganza se comen a sus propagadores y como en el mito
de Saturno estas revoluciones sangrientas devoran a sus propios hijos e hijas
en medio de una espiral de descontento, creciente pobreza y desigualdad social,
que no acepta la otra mitad de la población que no sea oficialista o roja. Todo
esto pasa y mucho más porque generalmente los grandes cambios políticos,
sociales y culturales no se hacen para toda la población sino para una porción agresiva,
iracunda, selecta, interesada, agraciada ideológicamente por el régimen de
turno que a su vez tampoco mandará eternamente. Hasta que las revoluciones o
innovaciones sociopolíticas no sean sino para un grupito que llegó al poder
egoísticamente o esgrimiendo una parcialidad equis las cosas a nivel general no
van a cambiar sino superficialmente por razones obvias: lo que discrimina,
divide, separa, termina explotando o cediendo por implosión porque no llena
todos los huecos, no sanea y mejora a fondo, su acción es parcial. Estas
convulsiones no son duraderas por cuanto la vida es movimiento perpetuo,
oscilación, metamórfosis, retroalimentación, flujo y reflujo. Y así, si no se
actúa y procede con cabeza y corazón, a fondo, no se dan modificaciones
sustanciales, profundas, reales, a largo plazo. Por lo tanto, ser de derecha o
de izquierda no es un buen sino. Tal cosa conlleva tarde o temprano al fracaso
y la desesperación, el racismo y la exclusión, la falta de creatividad y la mediocridad,
la repetición estúpida y monosilábica, la delincuencia, la corrupción y el
manguareo, la persecución y la intolerancia, la lucha de clases, porque se
desconfía y sospecha del otro constantemente y los que se encuentran abajo
quieren hacer caer a los de arriba y los de arriba se desconectan y desmarcan lo
más posible de los de abajo y las masas más proletarias se afean, desfiguran y
descuidan porque su sustento económico es cada vez más exiguo. En una sociedad
así no puede haber armonía, congruencia, comunicación, interfase, sino inflación
o estanflación y depreciación, poca producción y superavit, repercusión y
excelentes consecuencias porque a la larga el malestar termina enfermando,
pervirtiendo, desacelerando y devorando a vencedores como a vencidos. Pura
pérdida a la larga. Esto nunca ha traído bienestar y el bien de todo un país, pueblo
o región; pero los geopolíticos parecen no aprender la lección. Habrá que
encontrar un término medio, un terreno neutro e imparcial o fino que guste a la
derecha y a la izquierda para que entre todos y todas se llegue a un
entendimiento veraz y oportuno que produzca exuberancia, fertilidad, prosperidad,
trabajo, empleo, recreación, rendimiento y acopio en general, hitos nuevos y
descollantes en todas las áreas para que de todas partes llegue un caudal de
productos y bienes. Eso es factible, no es una utopía.
Me he puesto a pensar muchas
veces qué es lo que diferencia verdaderamente a la izquierda de la derecha, a
la extrema izquierda de la extrema derecha, y porqué uno y otro no pueden
quererse y cohabitar juntos. Ciertamente son muchas las diferencias pero a
decir verdad el problema es más uno de forma, táctica y estrategia, que de
estrato, veta y sedimento. En esencia, el problema es uno de raíz y cepa y todo
dependerá de la mentalidad del líder o del liderazgo del grupo que manda y
gestiona. Por ejemplo, el egoísmo, la avaricia, la codicia, la ira, el abuso y
el atropello tocan y tientan tanto a la derecha como a la izquierda y de llegar
a tenerse mucho poder todo dependerá del cristal con el cual se mira quién o
quiénes están arriba y en el escalafón más abajo, qué educación e instrucción
recibieron, cuáles son sus valores morales. Pero las tentaciones son
universales, proceden y se originan en todas partes y generalmente a mayor
poder mayores los peligros y posibles ambivalencias. Virtudes y experiencias
positivas se pueden conseguir y definir en cualquier situación crítica. Quién o
quiénes deciden qué rumbo tomar ocupan el centro del escenario. Cada dirección puede
ser neutralizada y superada si es negativa e inútil y se puede redireccionar,
si hay sabiduría e imaginación. Para mí el problema se resuelve si juntamos dos
extremidades o direcciones opuestas y las movilizamos en una misma dirección, las
ponemos a trabajar en equipo, y si no hay conflictos internos de nuestra parte
y somos congruentes con nuestras opiniones y decisiones. Como dice el dicho,
una mano lava la otra, y una buena idea sirve al conjunto. La izquierda por sí
sola no resuelve todos los problemas y la derecha por sí sola no resuelve todos
los problemas; si pensamos que una es per
se superior a la otra entonces sí pondremos la torta y la decisión que
tomemos o emprendamos fracasará tarde o temprano. Debemos ser salomónicos y
equilibrados, amplios de mente. Ningún lado tiene solo la razón y si lo piensa
es estúpido, demuestra arrogancia, prejuicio, fanatismo, y por lo tanto quien
obra así no razona ni escucha. Sólo habla, farfulla, o más bien grita, insulta,
atropella, usa la fuerza bruta. Esta dicotomía o esquizofrenia ha atacado a la
Humanidad hace mucho tiempo, ha sido el germen de muchas discordias, disputas, peleas,
pactos rotos, conflictos terribles a nivel local e internacional, y ello no ha
conseguido avanzar sino ligera y temporalmente a la sociedad porque dejó atrás los
macundales, las estoperas, el carburador, la batería, el chásis, el volante y
el espejo. Creía que bastaba llegar al fondo del pozo para sacar el agua y
olvidaba traer un recipiente donde poder vaciar poco a poco el agua que a su
vez la surte el generoso subsuelo.
Lo que mata a la gente son las
ideas falsas y equivocadas, las ideas que solamente sirven a unos pocos o pocas
y no al conjunto, al grupo. No hay que olvidar que cada cabeza es un mundo y
querer meter a como dé lugar a la sociedad, en el mismo saco, por el mismo aro,
es una estupidez. Hay que aceptar que si queremos ser libres y felices hay que
aceptar que en una sociedad, un gobierno, una institución, un grupo, como
quieran analizarlo, deben haber gentes que no vean todo del mismo modo, como
permitir y aceptar que hayan personas que escriban de derecha a izquierda y de
izquierda a derecha, que escriban con la mano derecha y otros con la mano
izquierda, que vivan unos más de día y otros más de noche, que sean más o menos
lógicos y más o menos imaginativos, etc, ad
infinitum; y, por consiguiente, tener un Gobierno, un Organismo, con
personas que piensen y actúen solamente de un sentido y no de otro conduce al
fracaso. En verdad nada es enteramente unidimensional, unilateral, uniforme, igual
de la cabeza a los pies, a menos se sea arbitrario y absurdo o ciego, sordo y
mudo. Eso de ser de derecha o de izquierda es válido sólo hasta cierto punto y
es el efecto, el resultado de una inclinación cerebral que tiene su fundamento
pero que no debe jamás cerrarnos ni volvernos intolerantes o cerrados. Una
sociedad más avanzada fomentará la interacción, la interdependencia, la
reciprocidad, la elasticidad, la flexibilidad, el juego, la fusión y la
armonización entre las partes. Si se hace y fomenta, habrá paz, entendimiento,
y más todavía, habrá creación, invención, genialidad, suma y multiplicación,
incluso milagros, portentos, prodigios y maravillas cascadantes. Por eso creo
en el centro, el medio, la unión, la unificación y el coito general, la
penetración a todos los niveles que acaba con la resta, la división, la
separación y la obstinación recalcitrante, a
juro. Cada vez que veo un líder de masas, un político, un religioso hablar
y fomentar una dirección en particular y excluir la otra dirección veo luego un
mar de lágrimas, el horror, la mentira, el abuso. Por lo tanto considero muy
peligrosos y peligrosas a los jefes y líderes, sean monarcas, príncipes, generales,
presidentes, ministros o ministras, mandones y salvadores de patrias cuando se
salen del carril de la justicia y la ecuanimidad. Tarde o temprano lo que
pregonan termina siendo una tortura, un plan descabellado, un infortunio de un
tipo u otro, un retraso social y económico, una desgracia ambiental. Esto huele
muy mal y da asco, es horripilante. Eso de pensar que sólo la derecha es santa,
grave, responsable, seria y trabajadora, o que la izquierda es carismática,
compasiva, generosa, compañera y soñadora es pura paja porque realmente no veo
mucha diferencia entre Mussolini y Pol Pot. Cada uno contribuyó a ganarse el
odio y el rechazo del otro bando y ambos terminaron muy mal.
Debe venir un mundo mejor que
no pifie tanto y aprenda del pasado como del presente y por consiguiente no
permita arbitrariedades e injusticias a cada paso, ponga las cartas sobre la
mesa, decida sincera y francamente analizar y evaluar todos los sistemas sociales
y políticos hasta la fecha, se dé cuenta que hay que recomenzar prácticamente
casi de cero y decida que por el bien de la sociedad y del planeta es
imperativo educar, instruir e iluminar abiertamente a todas las gentes, sin dogmatismo,
mezquindad y fanatismo, inteligente y realísticamente, con los dos pies en la
tierra y las dos manos alzadas en dirección del cielo; no mee fuera del perol,
es decir, vaya al grano y se tenga en cuenta que si pretende que haya paz,
calma y cordura, armonía y fruición, los Mayores y el Alto Gobierno en curso deben
dar el ejemplo y buscar patrones que nos ayuden a restregarnos los ojos y
abrirnos al mundo porque un buen gobierno tiene relaciones con todo el mundo y
fuera de este mundo. Hay que llegar a la convivencia ilimitada, triunfal,
gozoza, bucólica.
Hablo en forma sencilla. No es
posible dejarnos conducir por seres violentos que se la pasan mintiendo,
estafando, aprovechándose de los demás, queriendo a como dé lugar llegar a la
meta sin ponerse a sudar y esforzarse antes, creyéndose la última Coca-Cola del
desierto porque pudieron llegar al fin trazado más rápido que otros
competidores y olvidando que la primera persona que debemos retar está bajo nuestra
propia piel y epidermis. Hemos tenido tantos seres elevados pasando por la
Tierra y no les hemos dedicado mucha atención, los hemos despreciado y
ridiculizado y peor aún perseguido y atormentado, nos han parecido tontos porque
son buenos amigos y son condescendientes, sinceros y dadivosos; pero si no los
vemos pelear y caerse a puñetazos o coñazos por un pedazo de tierra nos parecen
que no valen la pena, si los vemos pobres pensamos que son idiotas y como no
podemos ver sus auras y almas no nos impresionan que digamos y pasamos de
largo. Apenas percibimos lo que está en un rincón y dejamos de lado lo que está
en el centro o a un lado y si éste brilla nos confundimos y quedamos como
ciegos, pensando para nuestros adentro que el foco en cuestión es un espejismo,
una ilusión. Así pasó con el gran pianista polaco al que el alto oficial alemán
desdeñó al principio y luego quedó maravillado cuando vio lo hipersensible y
talentoso que era aun pareciendo un gancho de ropa. Luego porque la rueda de la
vida da muchas vueltas el mismo nazi terminó muriendo en un campo de
concentración soviético y el pianista siguió rehaciendo su vida y dando
conciertos con orquestas. No todo lo que brilla es oro. Para saberlo hay que ir
al fondo y ser puro de corazón. Yo recomiendo que conversemos con nuestro Yo
Superior y nuestro Niño o Niña Interior. Hablar a solas consigo mismo es un
excelente ejercicio, puede protegernos de la demencia total. Por último, ser un
César es aparentemente muy bueno, también es posible que ser un César es
cesar... y caer muy mal. Más vale un poco de sal y pimienta que comerse un
festín envenenado y cortado en pedacitos. Eso pasa en nuestro mundo moderno
mientras en África y en Oriente Próximo no comen habichuelas ni tabule porque los Grandes se roban la
comida y nos dejan las sobras.
Caracas,
11-13 de septiembre de 2013