Uno para todos y todos para uno. Dicho hermético y popular. Grito de guerra y de paz de Los Tres (Cuatro) Mosqueteros, en tiempos de Luis XIV de Francia.
Dios está presente, vivo, indivisible, sin disputa alguna, en todas partes, y yo lo amo y huelo igual a un zorro del desierto. Su presencia me vivifica y cual crótalo cambio de piel cada vez que sea necesario. Tomo de su agua cual ballena y león, orino como un perro para que me eche un vistazo, toco el tambor convertido en un negro de Burundi para que yo pueda admirar Sus danzas cada día y noche. Dios está allí, igual que Karunesh y Vermeer, haciendo de las suyas, grande como una jirafa del Pleistoceno o trasladado a un circuito integrado que pone a funcionar un reloj de pulsera que jamás parará. Así, en partes y por secciones doradas, veo y compruebo que Dios está en todas partes y es indivisible y tengo el derecho inalienable de ser uno de Sus tantos hijos e hijas, a la búsqueda del Sueño Dorado que armará este pedazo de cuerpo celestial llamado Gaia en miniatura, y que a la vez estamos como endeudados y endeudadas con ÉL, que también es Ella, y eso convierte nuestra vida en una especie de tira y encoge que los ateos no entienden porque no han podido dejarse arrebatar por la voladura que es Dios sine qua non. No hay más perturbación ni masturbación, tampoco dudas y ofuscaciones. Dios es un traje completo sin roturas, un Estado de Sentir, una Contemplación, que alegra y entusiasma, motiva y engrandece, afina y entona, si nos damos cuenta que la luz de Su Luz es un fenómeno presente en cualquier partícula que viaja por el espacio, siendo una de ellas nada menos que cada quien. En vista de lo cual sugiero lo siguiente: el gran mal que conlleva a la división y la separación es enredarse y confundirse por tonterías y pretender que la visión parcializada es una panorámica, un zoom, un todo. La mística y sacroreligiosa función fractal enseña que somos unas reproducciones que no se pueden calcular a medias sin pensar que provenimos de un molde fantástico en el fondo inalterable y cambiante a la vez que justamente por medio de un ejercicio integral y contemplativo nos lleva al punto de inicio de comprensión multidimensional y podemos quedarnos allí seculae seculorum si lo queremos y nos da gusto. Querer es poder. Eso hace que una doble espiral sea el camino trazado e idóneo para llegar hasta el Ara de Dios y chuparnos los dedos tras comer Su golosina sacramental que nos hechizó, gustó y contentó tanto. Eso mismo es Dios: elíxir, un buen pastel de frutas, néctar y ambrosía de rechupete, que débese masticar sin mucha premura para que sus nutrientes y sabores nos conduzcan al séptimo cielo de las indivisibles Sagradas Escrituras que nos tronarán hasta que hayamos entendido la Santa Palabra cual centella que abre los cielos y revela al divino sine qua non de gala y punta en blanco.
Así como todos y todas tenemos Derechos inalienables, como son el derecho a la vida, su cuido, protección, cultivo, desarrollo, mantenimiento, diseminación y propagación, asimismo todos y todas tenemos Deberes u Obligaciones esenciales, como son el amor, apoyo, cuido y protección al prójimo, nuestras almas, entorno ambiental y Padre-Madre Kosmos, porque nadie es una isla o un deshecho y debe vivir obligatoria y necesariamente apartado, desmembrado y excluido de la sociedad. El disfrute de la vida de una manera sana, agradable y fructífera, en común con las demás especies naturales y/o artificiales, es la meta de toda sociedad que se precia de civilizada, espiritual, equilibrada, magnánima, armónica, progresista, evolucionada y descollante, más aún, como en los tiempos actuales, cuando se está en una etapa de transición hacia un mundo mejor ideado por seres-simientes en el Universo.
Generalmente las personas hablan de los Derechos del Hombre (y de la Mujer) como si éstos fueran exclusivos y tremendamente importantes pero se olvidan de la enorme trascendencia de sus Deberes. Yo creo que no sólo éstos últimos son fundamentales, de capital alcance y consecuencia, sino que los considero hasta más significativos, graves y reveladores, sutiles y penetrantes, ya que tocan nuestras fibras morales y éticas, nuestro bagaje espiritual y filosófico, que nos distinguen de las demás especies naturales y de las aparentemente inanimadas, muertas, fosilizadas. Los Derechos nos vienen o debieran venir automáticamente, por ley natural, diríamos que por inercia o fuerza de gravedad y puro instinto. Pero no así los Deberes que involucran a la conciencia, la razón pura, ulterior y cósmica, la intuición, la imaginación, la inspiración y el carácter, que sólo pueden aprenderse, formarse y afinando batallando con los egos, el determinismo, el hado o sino y la furia ciega de los accidentes y los automatismos. Como señalo, el Deber es una condición que Dios nos puso al alcance de nuestro libre albedrío para que fuéramos, o mejor dicho, nos convirtiéramos en verdaderos productos de valor agregado o hijos e hijas de Su Creación y esa es una condición humana que no es gratis y debe ganarse pulso a pulso, con el sudor de la frente, la autodisciplina y el control mental. Es una herramienta que se adquirió en principio al principio cuando el afán evolucionista hizo que dejáramos de ser autómatas, ordinarios, brutos e irracionales, luego antropoides y humanoides, y decidiéramos emprender el tortuoso camino hacia la humanización y genialidad de nuestros reflejos, instintos, emotividades, pasiones, atributos, talentos, pensamientos, deseos y proyectos. En este campo seguimos buscando respuestas. Han pasado varios millones de años y aún no nos hemos vuelto definitivamente humanos porque hasta el término nos queda grande todavía y más aún el de devenir divinos de nuevo tras un largo periplo que nos pone a funcionar en distintos sistemas solares y galaxias aunque lo olvidemos. Pasan profetas, iluminados y visionarios, santos y filósofos, que una y otra vez y en distintos idiomas nos dicen lo mismo, nos transmiten la misma consigna, nos pasan la misma clave, nos ponen los puntos en las mismas íes, meditan y se concentran y luego nos predican, sermonean y encantan, y pareciera que salvo ciertas excepciones sus buenas ideas y recomendaciones nos entran por un oído y nos salen por el otro, nos las pintan, esculpen y narran de mil y una formas pero es como si no entendiéramos ni pizca, pisco o papa, porque tan pronto se relaja un tanto la tensión alta y baja la marea incendiamos bosques, praderas y selvas, contaminamos ríos, mares y lagunas, exterminamos felinos, cetáceos y marsupiales, nos matamos por banderas, fronteras, ideologías y jefes que no se controlan y ponen en su sitio sus ideales, ideas y ambiciones, atribuciones, dominios, territorios, etc, o nos dejamos aniquilar por cataclismos y calamidades de varias especies y tonalidades. Algunos dirán, ¿de qué vale que los terrícolas reciban embajadores celestes y presencien portentosas auroras boreales y australes de una belleza inigualable, si no pueden vivir en paz y armonía con los Elementos y consigo mismos? Pienso igual ya que entre los 20 y 21 años anotaba en uno de mis primeros libros que “nadie está de acuerdo con nadie sobre nada”. Eso me vino a la mente en África del Norte y me turbó mucho saber que vivía en un planeta donde es tan difícil que la gente se entienda entre sí, no pueda dejar de pelear y discutir (por nimiedades la mayoría del tiempo), no pueda entretenerse civilmente, pierdan rápidamente lo que les costó tanto conseguir y retrocedan en el tiempo y en el espacio con tanto estrépito y violencia, y prefieran vivir bajo gobiernos y regímenes sadomasoquistas y tiránicos que en ambientes paradisíacos que además ni creen posibles ni les importa un carrizo alcanzar. ¿Por qué será que no pueden vivir en el Paraíso? Porque sencillamente no creen, no confían, no toman nada en serio, sus mayores son adultos que dejaron de ser niños e inocentes en el buen sentido de la palabra, dejaron de imaginar, se replegaron y encerraron en sus celdas incomunicadas, y el triste resultado es que este proceso es más profundo y complicado de lo que muchos piensan o se lo imaginan. Los ejemplos son muchos. Y, por supuesto, no me refiero a las creencias bobaliconas, necias, estúpidas, sin sentido, que se empecinan en inculcarnos a juro las religiones e instituciones convencionales, dogmáticas, frías, intolerantes y fanáticas, que han puteado, pervertido y corrompido eso de creer y mover montañas, saltar barreras y paradigmas, círculos y dimensiones (recuerden El Principito de Antoine de St. Exupéry). No se trata de creer lo absurdo, el credo quia absurdum que predicaron con tan malos resultados los primeros Padres de la Iglesia del cristianismo que tanto daño le hicieron a Occidente porque en verdad no hay nada absurdo o inexplicable en el Universo. Así que los Deberes del Hombre (y de la Mujer) son en definitiva los que más importan, los que nos van a caracterizar y templar, distinguirán en medio de pruebas, iniciaciones y desafíos, abrirán los ojos, sacarán la cera de los oídos, fortalecerán con hierro, magnesio, calcio y fibra vegetal nuestros músculos, nervios y tejidos, zumbarán proteínas, vitaminas, enzimas y hierbas medicinales al cuerpo desgastado y cansado que hemos portado durante tantísimas encarnaciones y finalmente pondrán donde deberemos estar cuando podamos enfrentarnos resueltamente al Tribunal del Kharma con la cara bien lavada y el corazón puro, como en los juicios en los Misterios Osiríacos.
Por último, el Derecho a la vida, pero sobre todo a una vida consciente, responsable, positiva, fructífera y noble es el pasaporte que la Divinidad nos da para que entremos al Templo de Todos los Soles y le saquemos el jugo a nuestra estadía allí. No vale la pena que al querer separarse de la Mónada Original nuestro ser sea o esté inconsciente. Dejar atrás la Unidad Original para hacer un ejercicio peripatético y emocionante debe tener un objetivo, un destino claro, luminoso, real, inequívoco, que signifique mucho y todo. Son palabras pero la idea es esta: cuando un átomo se separa de la Unidad Original es con el fin y el propósito de reproducir palmo a palmo lo que tiene o alberga en esencia, copiar y multiplicar los registros acumulados y engranados que contiene la Unidad Original de la que es una parte o fracción para siempre (por eso nunca pongo fechas, límites, medidas, al molde primigenio ya que las piezas que la constituyen se encadenan y superponen milimétrica y multidimensionalmente). No hay más. No hay otra meta, otro propósito, otra misión. Cada uno y una tiene en su esencia o yo interior una impresión o imagen imborrable del Principio Rector que rige los mundos y universos por toda la Eternidad y su inteligencia fotográfica no tiene comparación ni limitación. Pero hay que tenerlo presente, saber que ES, que esto es así, que ES EL ESPÍRITU SANTO, y cada paso que demos no debe desviarnos de este razonamiento o meditación singular so pena de confundirnos y extraviarnos. Por eso los yoguis y las yoguinis meditan: pues no quieren olvidar ni olvidarse, se aíslan, se encierran en sus torres de marfil, conchas o grutas internas (y/o externas). ¡Pero, albricias! Pronto no será más necesario aislarse del mundo para no olvidar ni olvidarse. La iluminación será instantánea y estará por doquier; o sea, se conseguirá en el mercado, la laguna, el estudio, la cama, el baño, la colina, el carro, el concierto, el arrobamiento, etc. ¿Por qué? Porque llegará el día dentro de no mucho cuando el OM, el Sonido Primordial, invadirá las ondas hertzianas y será nuestro vademécum permanente. Sueño con eso. Sin embargo, hasta que llegue ese momento privilegiado y además merecido, será imprescindible hacer un esfuerzo o sesenta mil millones de esfuerzos cada día, cada hora, cada segundo, para no olvidar ni olvidarse, y si este ejercicio es consciente, responsable, positivo, fructífero y noble la vida que llevemos será productiva y podremos colaborar, cooperar, ayudar, soportar, apoyar la obra divina de la Creación que, como ya señalé, tiene un designio sublime y altruista. Participaremos y seremos cocreadores en el Todo. Si eso pasa o lo somos, habremos cumplido con nuestros Deberes esenciales de vida individual y colectiva. Habrá valido la pena (sic) vivir y haber vivido antes y más adelante. En resumidas cuentas, la prioridad deberá ser volvernos mejores seres humanos. ¿Podremos? Ya se verá.
Que vuestro camino sea interesante, estimulante y provechoso. Sabed que al ingresar a esta dimensión como a cualquier otra se abren puertas, pasillos, patios, ventanas, alrededores y caminos, y esto es y tiene que ser así pues Dios está presente en cada una de Sus innumerables manifestaciones en todos los Tiempos y todos los Espacios y el Ser Supremo no puede desaparecer pues ÉL ES EL PROPIO. Por doquier hay fulgores divinos. La presencia de lo divino es tan omnipresente y omniabarcante que lo colma todo. En cuanta cosa que existe y se manifiesta de un modo u otro no sólo hay una enseñanza, una luz, una fuente, sino una remuneración, una compensación, una ganancia, un provecho ilimitado e incesante, ya que la Vida del Ser Supremo no se disuelve o extingue jamás, su chispa y chisporroteo están permanentemente encendidos y parpadeando, igual a una máquina, motor o reactor solar y atómico que no se apaga o inmoviliza puesto que está hecho para no descomponerse nunca por la Suprema Inteligencia que es a la vez. Pueda que algún día se le muestren a los niños y a las niñas de todas las naciones a ser mejores por dentro y por fuera y se haga que sus cuerpecitos no sufran más y estén libres de males crónicos, pesados y carcinomas, que los Derechos los tenemos tan pronto somos concebidos y nacemos de un vientre humano o vía una explosión estelar, que tenemos soplos y alientos porque así lo quisimos y deseamos; pero si no nos obligamos por amor, clemencia, misericordia y solidaridad con los demás, aunque sea una hora al día, un minuto a la semana, un segundo al año, de un modo muy consciente y total, no podremos cumplir con la tarea que nos propusimos in illo tempore en el cielo pues de allá venimos todos y todas sin excepción. Es bueno obligarse por amor a los demás, perdonar y pacientar, remediar y absolver, doblar la página, ser una mano de humanidad, para que la energía cósmica fluya más y mejor y obren milagros y prodigios, se produzcan mutaciones y transmutaciones, alianzas, acuerdos y juntas. Al fin y al cabo el mundo real y verdadero es una sinfonía de transparencias y resoluciones con bellísimos colores y matices, una melodía que llega al corazón y nos permite recibir la brisa musical que refrescará nuestros pasos en esta vida y en la próxima y que incluso hará posible remendar lo horrible y sombrío del pasado. Ahora, en el aquí y el ahora, recuerden de honrar sus Deberes para con Su Hacedor y Su Hacedora, para que sus Derechos inalienables que les vienen de Arriba cobren valor e importe, estén debidamente firmados y sellados, y lleguen a buen destino. Elévense cual cohetes que ansían los espacios azules del infinito radiante, sean más sinceros y honestos, mientan menos, agredan menos, venguen menos, ensáñense menos, cero odios y rencores, amen más, mucho más, sonrían más, relájense más, naden más, caminen más, vean y escuchen más todo a su derredor, y sabrán que algo bueno viene en camino, los tocará y conmoverá, si creen en milagros y maravillas, golpes de suerte y cambios de fortuna o resurrecciones, porque no hay mal que por bien no venga y lo que se refleja es también parte de la respuesta buscada aunque esté al revés. En suma, hay que popularizar y masificar el interés: si todo el mundo mostrara interés en otro u otra, se interesara en su condicón humana así como en las condiciones respectivas del medio ambiente, el planeta estaría más compensado, se respiraría mejor y podríamos disfrutar más de la vida. Somos los guardianes del planeta y debemos velar por él. Seamos más caritativos, piadosos, misericordiosos con todo lo que crece en nuestro planeta. Es hora que nos enseriemos con todas las Vírgenes, con las del Valle, Carmen, Pilar, Fátima, Betania, Guadalupe, Coromoto, Candelaria, Negra, Roja, Blanca, Morena y de Copacabana. La Manifestación Femenina es la que va a salvar nuestro planeta de los trances ominosos en ciernes, porque donde hay sequía, incendios voraces, deslaves, maremotos, terremotos, ciclones, tornados, diluvios, erupciones volcánicas, lluvias ácidas y hasta radiaciones nucleares fuera de control es porque se requiere que participemos más en el cuido del planeta y ese es a fin de cuentas el deber fundamental que cada uno y una debiera tomar en serio si se considera un ser responsable y bueno. Porque de lo contrario el Tren del Progreso nos podría dejar en el andén. No obstante, Dios Miguel, Popeye, Supermán y Capitán Maravilla no abandona a nadie así no más con tal que sepamos usar Sus vías férreas y caminos de alta velocidad sembrados a veces de piedras, rocas, bloques de cemento, vidrios rotos o gemas preciosas y maderas olorosas, para que los saltemos o quitemos de encima, o los usemos con ventaja, nos catapultemos y presenciemos actos mágicos desde arriba dignos de un Houdini. La pelota está en nuestra cancha. Depende de qué está hecha nuestra cabeza y corazón. OM-AUM.
Por más vueltas triples de campanas franciscanas, shivaítas y tibetanas. Amén. Rê-Åtén. Pax in Terris.