miércoles, 21 de enero de 2009
Yo Soy la Santidad y la Santificación
Cuadrados y círculos concéntricos. Vasili Kandinsky (1866-1944). Precursor del arte abstracto lírico.
A mi alma gemela y queridísima Ti-Elim, diente de luz.
Decía el Maestro de Sabiduría viviendo en la montaña azul que había que santificar todo lo que encontrábamos a nuestro paso porque cada cosa es una emanación divina puesta a nuestro alcance para que nos ayude a ser más siempre más, despertar más, aprender más, amar más, dar más y glorificar más la obra infinita y radiante de la Divinidad. Y eso es muy cierto y también es cierto que una manzana de la tercera dimensión no es igual a una de la cuarta o de la quinta o de la sexta y menos todavía de la séptima y última dimensión. Y que ninguna fruta, objeto o ente se parece a otro de cualquier forma.
Decía el Maestro de Sabiduría que los mortales no buscan suficientemente la inmortalidad o la juventud eterna porque no se acuerdan suficientemente de las infinitas y maravillosas obras de Dios y su Diosa. Olvidan que todos nosotros y todas nosotras emanamos del Punto de Síntesis y conformamos por ende para comenzar una trinidad surtida de luz y sabiduría que debiera mantenerse para que un mundo fuera una burbuja de luz infinita y resplandeciente que cada persona pudiera ingerir como se bebe una taza de café o té que agradecemos infinitamente y nos calienta, reconforta y anima.
Decía el Maestro de Sabiduría que es bueno vivir el ahora y el acá para que todos los tiempos y todos los espacios se junten ya en un solo instante y se expanda su diapasón en todas las direcciones cual gigante megalítico rayo de luz abrasador que penetra hasta el fondo de las almas y las puebla de néctar y ambrosía enseñandoles su ilimitado Gran Poder de Cura y Salvación. Porque quien busca, encuentra, y quien persevera, triunfa. En la plenitud del mundo de la Creación Interminable y Dadivosa, presente en la Mónada de las Mónadas, siempre habrá puesto para quien tiene hambre y sed de vida y luz, amor, cariño y paz, satisfacción y unión. Todas las plegarias, ansias y anhelos los escucha la Creación.
Decía el Maestro de Sabiduría que la Luz del Universo se puede tener en la yema de los dedos pero que también es necesario besarla, mostrarle respeto, prestarle atención, recordarla hasta en los momentos más amargos y difíciles, para que el Universo nos tenga al tanto de Sus latidos e impulse nuestra nave a través de todas las estrellas porque una nave que llega al puerto llama a otra nave para que haga lo mismo y así, de nave en nave, se puede completar un ejército de naves de luz que llegan a puerto seguro y depositan su carga de nutrientes y tesoros preciosos que se llevarán luego a otros puertos.
Decía el Maestro de Sabiduría que hay que aprender a perder también, a conocer la derrota y el fracaso, la tristeza y el desaliento, así como a conocer y aprender del éxito, la fama, la victoria, el gozo y el fragor, pues ambos extremos en última instancia son buenos y prometedores, ambos son como latitudes y longitudes que se conocen mientras se trabaja de sol a sol y de luna a luna sobre uno mismo y una misma, siendo las lágrimas de alegría y éxtasis o de dolor y sufrimiento que al fin y al cabo parecen gotas de lluvia caídas para fecundar y engordar pastos y suelos, tanto como mares y ríos, pantanos y desiertos, palacios y ranchos de bahareque.
Decía el Maestro de Sabiduría que cada existencia o minuto que vivamos debe servir para conocer e intensificar nuestra percepción de lo celeste en nuestra mente y corazón hasta que sepamos y sintamos en alma propia que somos el Universo Entero, que nuestro Ser es el Cielo, nuestro nido, nuestra carne, la bandera y el santiseña de nuestro lar bendito.
Decía el Maestro de Sabiduría que los maestros y las maestras hacen su servicio también para que los demás sean felices y productivos y se acuerden del Padre-Madre de Luz que lo produjo todo en un santiamén de bienaventuranza y en donde todo era cuestión de un tiempo sempiterno de instantes milagrosos, de prodigios y portentos inolvidables que nunca pasarán de ser. Por eso los maestros y las maestras cumplen con sus rezos. Todo lo dan y derraman. El manco debe buscar al ambidextro y el cojo al saltador olímpico así como el amante busca a su amor en las nubes. Los mundos se tocan aunque algunos y algunas se duerman espiritualmente por no darle importancia a las cosas divinas desparramadas a su alrededor con sus variopintas interpretaciones, altas frecuencias y modulaciones, y sin embargo, aunque algunas aparentemente sean insignificantes, todas son obras maestras, divinas y chispeantes aunque no hayan gafas para verlas y apreciarlas.
Decía el Maestro de Sabiduría que el pensamiento es como un gnomo, un pequeño y a la vez despabilado mago programador, constructor y hacedor de milagros que vive y brilla en nosotros y nosotras si le damos la ocasión de que se manifieste en todo su esplendor y zohar. Él es nuestro gran aliado secreto y muy particular, un alquimista, un mago encantador que transforma, transmuta, sintetiza y hace cuanto milagro y bien sean necesarios en razón de la presencia y la evolución pues cada quien es sólo un aprendiz si frota su lámpara de Aladino cuando se acuerda del Altísimo. En virtud de lo cual debemos bajar la cabeza y pensar que el pensamiento es una creación mágica, inaudita e ideal que se pierde de vista que puso el Ser Supremo de las Galaxias Unidas, Interconectadas e Indisolubles al servicio de los seres pensantes e intuitivos para que evolucionaran en santa armonía, fueran dichosos y multiplicadores de maravillas cumpliendo con amor, rectitud y gratitud con sus respectivas tareas sin importar si son bien recibidas o ignoradas. Tarde o temprano Dios recompensa incluso cuando se está meando o cagando.
Decía el Maestro de Sabiduría que: «Yo santifico cuanto toco veo oigo pruebo y huelo, intuyo y sé. Yo Soy la Santidad presente en todo lo que me rodea. La Luz de la Estrella que nos rige a nivel material. El Brillo del Ser que nos visita y ama a corta, mediana y larga distancia, frecuencia, resonancia y onda. El Relámpago del Amor que lo inunda todo de calor y ternura. Cuanto nos rodea y enciende por dentro: los mundos que son y pasan y dejan su estela centelleante. Yo Soy El Uno y La Una con la Bondad, la Nobleza, lo Sublime y lo Inefable. Yo Soy el Avance en Todas las Direcciones cual Rosa Mística, como Círculos Concéntricos o Cuadrados Fijos y Ondulaciones Mutantes. Yo Soy el Número que Nunca se Equivoca porque Soy Todos los Números. Yo Soy los Pueblos que amanecen y despiertan de su letargo ancestral. También los que mueren y resucitan. Yo Soy la Santidad que bendice aunque nadie la toque vea oiga pruebe y huela o intuya y conozca ya que lo que se da y regala no necesita de aplausos ni de honores. Basta la Obra hecha en amor y placidez para el gusto mayor y menor. Yo Soy lo mejor de Ti y Tú eres lo mejor de Mí. YO SOY AUM.»
El Maestro de Sabiduría es chino. Sabe que no necesita de caracteres, ideogramas y criptogramas para comunicarse y ser como un sagaz tigre blanco de las nieves. Se alimenta de aire pero también en ocasiones, cuando se lo sirven las campesinas de la zona, de queso emmental, gruyère y raclette con patatas cocidas y bife de soja con huesos molidos de antílopes, ciervos, búfalos y hierbas aliñadas. El Maestro confía en el Cielo. Sabe que:
TÚ Y YO SOMOS LA SANTIDAD Y LA SANTIFICACIÓN.
Caracas, 21 de enero del 2009
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