lunes, 9 de noviembre de 2009

Aproximaciones a Oridente-Oro-Orø-OR-OR::

OR y la Octava Rosa de los Caminos Escalonados. Obra del Autor. Caracas. 2009.


A Blankor y su Or debes tu arte puro y vibrante, brillante como el oro más puro, conmovedor como el arpa más sonante, y es tu deber recordar que el gran Orfeo acabó en los cielos rehecho en la famosa constelación de Lyra, porque por amor e ideales elevados fue sacrificado por las Ménades. Sigue su ejemplo sin reventar. Dedico este trabajo a Johannes Brahms.


El sonido, tono, fonema, raíz y sílaba «Or» (todo a la vez y con más usos y significados etimológicos, semánticos y lingüísticos) comenzó a llamarme la atención mucho años atrás y la primera palabra que la llevó encima o se apropió de ella fue el término «Oridente», una palabra que inventé en Violeta Siete para designar la confluencia y síntesis entre Oriente y Occidente. «Oridente» era el nombre de la futura civilización planetaria, vertical y filosófica, que vendría tras la desaparición de nuestro actual mundo bipolar y superpoblado, enfermo de muerte, porque no supo conjugar progreso, educación, ecología y religión. No obstante, a estas alturas de mi vida no sé con total certeza cuándo, cómo y porqué esta poderosa sílaba, raíz y/o terminación semántica, aunado a un interés filológico constante y sonante, comenzó a fijarse e indentarse en mi consciente, subconsciente e inconsciente, a tal punto que la palabra «Or» ha adquirido un significado mágico y sentido místico-religioso muy real. Pero en el fondo «Or» sigue siendo un fortísimo misterio etimológico y lingüístico, que permanece algo brumoso y enigmático, aunque no deslucido. Eso se lo atribuyo a que las palabras que comienzan por la vocal o tienden a ser algo abstractas y enciclopédicas, de muy antigua procedencia, ligadas al mundo celeste y acuático o femenino. Valga recordar la exclamación ¡Oh!, tan dramática como profunda.


Lo cierto es que a menudo la sílaba, el fonema, la vibración, la caligrafía y la idea, como las palabras formadas a partir de o terminadas en «or» (prefijos y sufijos), reaparecen una y otra vez en mis escritos y pinturas (al igual que la letra «k», bastante marcial, dinámica y ceremonial, en mayúscula como en minúscula, negreada y rechazada a nivel de la palabra escrita en el idioma español, que he tratado de revalidar, reivindicar y reincorporar en lo posible desde el otoño de 1962, mientras estaba recluido en Prangins (curioso que cuando se me ha obligado a estar encerrado entre 4 paredes me he visto obligado a inspirarme para superar la coyuntura). Quizás apenas comencé a razonar esto de «Or» hacia el año 1962, cuando la química del nombre, la idea y el sonido del título del diario en el que estaba trabajando a toda máquina, que luego devino El Orgasmo de Dios, y el estudio de la semántica y algunas lenguas muertas, como el griego, latín, sánscrito, vasko, occitano, muano, comenzaron a interesarme y fijarse en mi alma causados en parte por mis lecturas de Nietzsche, Miller, Nerval, Rimbaud y Lautréamont (Les Chants de Maldoror). Los uinales mayas y demás ideoglifos precolombinos, los místicos hindúes, chinos y árabes y el arte erótico presente en los templos de Khajuraho y Konarak (L’Érotisme Divinisé de Alain Daniélou) despertaron e hicieron que resonaran en mí pasillos comunicantes con culturas y civilizaciones hoy desaparecidas por cataclismos. Claro, si no hubiera sido también por la influencia tan grande de Mercurio y Saturno en Tauro, en la Kasa 4, como de Venus en Leo, dudo que la palabra o la raíz «Or» hubiera sido tan avasallante, pertinaz y panorámica. Pero no creo que hubo una palabra en particular, sacada de la mitología, literatura, filosofía u ocultismo que me haya impactado sobremanera y haya disparado un resorte lingüístico, fonético o ideográfico en particular. Quizás, mientras estuve en Suiza, en la parte francesa del Lac Léman, y luego en París, algunas palabras como or, oro, en francés, y oro (metal, rezo), en español, me hayan influenciado, o la Tabla de los Elementos, porque hubo un poema-prosa en Sérpulas, hoy Sérpulas Rebounded, que me dejó de qué pensar. El título original era simplemente “Oro” pero ahora, al rebotar Sérpulas, le puse: “Oro y platino del Maestro de Justicia y Esplendor”. Como el libro fue casi en su totalidad escrito en París es posible que el aura y el resplandor del metal oro, su significado y uso espiritual y material hayan sido un factor esencial mas no lo es todo.


La primera cosa que escribí a los 16 años, mientras aprendía de Freud, encerrado en mi cuarto de arriba, fue: “La Madre es una gran O”. Después, añadirle a la vocal O una r o R no fue circunstancial y posiblemente haya sido parcialmente causado por mis lecturas egipcias o por mi aficiones caligráficas y estéticas, por la forma curvilínea y suelta de la letra erre, o porque por mi leve dislexia ya comenzaba a hacer experimentos ortográficos y caligramas. Así que habiéndolo examinado desde todos los ángulos he llegado a la misma conclusión a la que llegué años atrás en Madrid y Caracas (1993-1996), mientras profundizaba en El Resplandor Oculto de la Luz Divina del Cielo, ahora Los Fuegos Santos de la Revolución: es posible que haya sido finalmente el Maestro Orfeo, el primer héroe (caracterizado como Orfeo Blas) de Sérpulas, en 1964-1965, quien de una manera oblicua y sutil me condujo hasta Or, Orø, Or:: y la palabra oro, pues en esa época el orfismo me había estado llamando la atención por razones muy personales. El orfismo fue la escuela mistérica de sabiduría que influyó más en toda la cuenca del Mediterráneo cuando era un apéndice de la Atlántida y al saber en la escuela secundaria la historia de Orfeo y Eurídice ello me interesó mucho. Veo al Maestro Orfeo y sus Misterios como una fusión de Osiris, Krishna y Dionisos-Zagreus, un Maestro de Sabiduría y Brujo Experimental que dejó su huella en las escuelas pitagórica, platónica y neoplatónica, permeando el Renacimiento italiano y los poetas alzados y lúcidos del Romanticismo europeo, desde William Blake hasta Guillaume Apollinaire, Blaise Cendrars, Vicente Huidobro y Federico García Lorca, y pintores sofisticados como Paul Gauguin, Amedeo Modigliani, Marc Chagall y Paul Klee. Es cierto que el orfismo produce un estado mental y espiritual encendido, alucinado, micótico, trágico, romántico, lírico e idealista, propio del individuo hipersensible, díscolo, algo mórbido, y no muy comprendido y aceptado por los demás (es el caso del poeta maldito), quien a pesar de ser un auténtico vidente y visionario no logra cuajar en la sociedad porque ésta en el fondo desconfía y rechaza quien la pone en duda e interroga. Orfeo fue un mistagogo raro, un revolucionario sincrético que se adelantó a su época y tras vivir trágica y románticamente dejó entrever verdades que siguen siendo tan vigentes como lo fueron hace 3.000, 5.000, 8.000 ó 12.000 años. El poeta órfico era y sigue siendo un vate, un aedo, un tipo hipersensible y desesperado que cree en el poder inmanente de la Madre Naturaleza, adora el amor, tiene un ideal de luz poseído de una fuerza sobrenatural, le es devoto y fiel a esta energía sobrehumana que él sabe no es sólo la expresión de una mera pasión, carne, frenesí, sexo, sino que es conocimiento, sabiduría, fé y poder transmutador. Orfeo fue una deidad de vida, muerte y resurrección, al igual que Atis o Córibas, Adón, Tammuz, Adonis, Jesucristo, Osiris, Shiva, por mencionar algunos nombres históricos, cercanos a nosotros. En el campo femenino hubo también deidades épicas y trágicas que vivieron, murieron y resucitaron de entre los muertos, o bajaron a los Infiernos, como Inanna o Ishtar, tras su corazón partío, alter ego y macho.


“La teogonía órfica recoge ecos de teogonías orientales y concede un papel esencial a divinidades marginadas del repertorio hesiódico, como Nix, el Tiempo, Fanes, y habla del Huevo Cósmico primordial, o del Reinado de Dioniso. Esta mitología está expuesta en textos de muy diversas épocas, y se compone de fragmentos muy distintos, empezando por breves restos de muy antiguos poemas y concluyendo con las glosas de época tardía donde se mezclan ecos filosóficos variados. Hubo una tradición de textos antiguos en verso y comentaristas en prosa, al margen de símbolos y constraseñas. Los órficos fueron muy aficionados a escritos y libros de nivel diverso, unos más de proselitismo popular y otros más refinados. Al final, confluyen con algunos textos de magia (http://es.wikipedia.org/wiki/Orfismo).”


Quizás la atracción filológica por la sílaba «Or» provenga de que para la época pasada de 1962-1965 estuve tan vinculado al idioma francés y la terminación en español de las letras o y r, reunidas en una sola palabra o terminación, como en «amor», «ardor», «candor», «horror», etc, haya sido y sea todavía, a mi juicio, fuerte, sonora, retumbante y ascencional a escala musical, de muy difícil olvido. La música siempre ha jugado un rol importante y significativo en mi expresión literaria, espiritual y religiosa. Es la clave oculta de mi escritura, pensamiento y filosofía, incluso a nivel críptico, tanto así que para mí las letras, las palabras y las ideas deben tener, para no parecer dogmático, un nexo común, primitivo, primario, anterior a la razón intelectual y subjetiva, con la Idea o las Ideas, y el Movimiento, con el Tiempo Mítico, cuando la expresión del cuerpo vía la danza y el teatro ceremonial tomaban cuerpo como unos de los primeros lenguajes creados o descubiertos por el humano para ‘retratar’ y ‘proyectar’ y ‘dar a entender’ sus impresiones de un modo fidedigno y dramático. Pienso que el escritor y el artista tienen mucho de animal (como de vegetal, mineral y elemental) en el sentido ontogenético del término. Los seres creativos –ángeles o mensajeros y canales por antonomasia- guardamos recuerdos en nuestro subconsciente, en especial sonidos, vibraciones, frecuencias, señales y signos casi imperceptibles para el mundo demasiado civilizado y racional que participan de un mundo suprasensorial e ideal. Por eso me extasío tanto con los pájaros, sus cantos y ruidos, y los sonidos producidos por todos los animales en general vengan de donde vengan pues estos sonidos reproducen los sonidos del viento, el agua, etc. Y éstos los conserva en su interior el artista poético que nunca se desliga de la Naturaleza y ni siquiera se le pasa por la cabeza querer hacerlo ya que para él el mundo natural y sensible lo son todo y sigue nutriéndose constantemente de sus presencias, vibraciones y lenguajes, considerándolos sus maestros de percepción. La verdad sea dicha, no hay nada que pueda precisar y asegurarme qué fue lo que desencadenó mi estudio y aprecio por la naturaleza oculta de las cosas. A lo mejor fue un conjunto y cúmulo de elementos que surgieron en mi niñez, adolescencia o primera juventud, cuando iba por el monte a examinar, cual naturalista darwiniano o humboldtiano, el mundo prehomínido y mi curiosidad era omniabarcante. Gracias a Dios que a lo largo de los años he mantenido esta inclinación shamánica contra viento y marea, a pesar de los ruidos ensordecedores de humanos neuróticos y desequilibrados. Esto sí es cierto y verídico. Repasando algunas de las tantas veces que la raíz «or» aparece al inicio, en medio o al final de una palabra generalmente la he relacionado con: luz, brillo, fulgor, calor, Dios, conocimiento, templo y logia, el metal oro, el orto helíaco, el alba, el supremo celeste, lo alto, muy hermoso y radiante, el oxígeno. Estos elementos tienen mucho en común y se pueden vincular con un idioma u otro, como el francés, el latín o el árabe. Será por una cuestión mimética pues creo que todos son nobles y se relacionan con las estrellas, las fuentes de poder más efectivas, renovables y augustas.

A veces después de Or u OR he añadido tres puntos en triángulo o cuatro puntos en cuadrado pero han sido más las veces que he puesto cuatro puntos porque una cruz invisible, griega, de brazos iguales, aparece como escondida entre los cuatro puntos del cuadrilátero. El elemento fuego es el que relaciono exclusivamente con esta palabra sacra y en verdad que el vínculo elemental no ha variado, incluso en el título de mi libro, El Orgasmo de Dios, pues únicamente imagino el orgasmo de la Divinidad cual un megacolosal estallido energético, una macroestelar eyaculación de emisiones y poblaciones de gas, plasma, polvo cósmico e infinidad de elementos moleculares y radiactivos que se expanden, contraen, difunden y refractan cíclicamente. Acá muestro una pintura shivaíta donde plasmé algunas de las ideas expuestas acá, dando a entender que lo que conocemos como fertilidad, familia, letra viva, espíritu e invocación forman parte de lo que llamamos “religión”. Ésta no es más que la expresión sonora y sutil por excelencia del Gran Ión Creador-Formador Intergaláctico, a saber, la fina multicolor energía trimurtiana que procede del UNO DIVINO y que hombres y mujeres han querido mostrar en sus ideas y actos a través de múltiples creaciones y producciones. Denomino esto Orø, Or u OR:: y pienso que la instrucción religiosa, simbólica, poética, afirmativa e idealista debiera comenzar desde la cuna y el primer momento escolar. Si los niños y las niñas crecieran y se les alertara en ambientes inteligentes, coherentes, cohesivos, místicos, sensibles, sutiles, tiernos, motivadores, serían más felices y colmados y fallarían menos. Sus lazos con el Kosmos serían fuertes y sabrán que son eternos e inconmensurables, que el son, la palabra, son sagradas, pura magia y acción.


Eros ordena desde OR:: la Emisión del Gran OM. Estampa muy popular de la India, con Síva, Parvati y su hijo Ganesh o Ganesha. Arreglo e idea hiperrrealista del Autor. Caracas. 2004-2009.

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